Pocos han hablado del caso Ana Fabricia Córdoba. O bueno, han hablado poco. Me atreví a decir que porque era negra, y no vivía en la Comuna 13 (símbolo de todo en Medellín), y porque era desplazada y no rapera, o porque era prima de “La Negra” Piedad Córdoba.
En el “último video grabado” de Ana Fabricia que publicamos hace unos días, donde hace una intervención brutal (en el sentido más humano de la palabra), que te hace creer que esa mujer no era de este mundo, acobardado y de doble moral, que suaviza los horrores con palabras; ella dice tantas cosas, que parece cantando un alabao. Pero quiero que escuchen de nuevo la última parte, donde ya cansada del discurso que estaba dando y que nadie la escuche o que solo se rían, y de la vida que le tocó tan dura, ella dice, mamada, que por último, sería mejor que le dieran el asilo en algún lugar del mundo…
(min 5.40): “Ya estoy tan cansada y tan jarta, que ya estoy es pidiendo es mi plata para que me borren y me den mi asilo político pa´cualquier lugar del mundo, po´que a donde me pongan quedo bien”.
Y se le cumplió el deseo, el último, el que uno pide cuando ya no puede más, el del asilo. Pero no a ella, a ella la mataron en un bus. La noticia es “Familia de Ana Fabricia Córdoba saldría del país por seguridad“.
“El Gobierno busca mecanismos, de común acuerdo con otro país, para que pueda salir de Colombia todo el núcleo familiar de Córdoba, señaló el vicepresidente, tras reunirse con Diana Ospina Córdoba, de 28 años; Carlos Arturo, de 18, y, Carolina, de 12.
Según el alto cargo, el objetivo del Gobierno es el de proteger a los miembros de la familia Córdoba.”
Y el asilo es el peor de los castigos, el desplazamiento más radical: pierdes la patria que conoces, donde están tus amigos y donde te gusta vivir, por otra patria desconocida, tal vez fría y en otro idioma.
