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Husos horarios trocados y conversaciones por skype entre lágrimas y sonrisas. Correos electrónicos archivados desde hace mínimo 2 o 3 años. ¡Quién sabe!, hasta más. Un Facebook que recuerda cada una de tus palabras en chats y mensajes privados, una timeline de Twitter que define depresiones, euforias, aburriciones en un perfil complicado de definir.
Cuando se inventaron el correo electrónico, pensamos que nadie iba morir ya esperando una carta que no iba a llegar, pero nunca nos imaginamos tardes enteras dando click en la bandeja de recibidos esperando el mensaje que probablemente nadie ha escrito. Pensamos y nos ilusionamos con un mundo conectado, instantáneo que haría nuestra vida mas fácil, un mundo a solo un click de distancia. El correo electrónico se volvió un diario: ahí se consulta en el search, sobre cualquier cantidad de temas e intereses de nuestra vida de los últimos tiempos. Ahí están las cartas de amor, los mensajes de negocios, las lágrimas a nuestros amigos, el spam de las mamás. Todo guardado, en vez del cajón inseguro de la mesita de noche a los ojos y manos de novi@s indecentes y madres metidas, en un servidor en California entre ceros y unos y luces de neón con aires acondicionados.
Sin embargo los novi@s siguen siendo celosos de algunas privacidades y las madres o amig@s siguen metiendo a nariz donde no corresponde y los adolescentes siguen haciendo bromas crueles. Así qué por más lejos que esté ese diario de vida, sigue siendo un cajón que se abre con una pregunta obvia, como cuál es el nombre de tu primera mascota, o el apellido de tu primer novio, o peor aun, en qué año te has graduado del colegio.
Pero, ¿A qué idiota se le ocurren estas preguntas? Si quienes van a violar nuestra privacidad sin duda no son hackers o ciberterroristas o peor aún, mercaderes de identidades, a menos que seamos ricos y famosos. Quienes quieren abrir esos cajones son los mismos de siempre, los que saben todas esas respuestas y que en una noche de soledad y furia, deciden que al gato lo ha matado la curiosidad y se vencen al morbo que significa conocer todo lo que esta ahí escondido, asi no haya nada o esté todo. Y no importa el precio.
Sin duda ahí hay cosas desagradables, por decir lo menos, el que busca encuentra. Ahí habrán furias, desahogos, entre otras cosas y por qué no, infidelidades, cartas escritas y nunca enviadas, datos que nadie, nadie debería saber. Secretos que deben permanecer como eso. Pero no, siempre habrá alguien que quiere ver donde no debe y luego hará sin duda los reclamos pertinentes, no sin antes, pedir perdón por la indelicadeza, pero luego reclamar por nuestros secretos más vergonzosos. Y, ¡Atención! siempre existe el riesgo de que no lo confiesen, aun después de armar los escándalos pertinentes.
Y del correo electrónico, pasamos al Facebook que decidió recordar cada una de nuestras palabras, como quien ni perdona ni olvida. Nos enseñó Borges que era mejor no tener una memoria prodigiosa como Funes, y la vida misma, nos enseña que es mejor olvidar lo vergonzosos que alguna vez hemos podido ser, las palabras necias que cualquier día se dicen con cualquier conocido en Facebook. Olvidar nos permite no cargar eternamente con las culpas de ser quienes somos o lo que no hemos sido capaces de ser. Somos lo que somos porque precisamente, olvidamos un poco lo que fuimos.
Pero qué tal, que ya cada vez que le envía un mensaje a alguien, digamos de cumpleaños, y que con este personaje el último mensaje fue algo que ya no corresponde con su forma de pensar, y su morbo por el recordar lo hace devolverse en el scroll y entonces, si, usted o yo, nos sonrojamos de las cosas que en esos años (si, años ya) decíamos o pudimos decir. Imagine eso con un exnovi@, o que tal, un ex-amante, o esa “mejor amig@” con la que se pelió por una estupidez. Cuantas guarradas, cursilerías o crueldades que usted quiere olvidar está guardando Facebook para que a cada vez que usted toma contacto con alguien, se le recuerde y eventualmente se le cobre como se debe una y otra vez.
Yo propongo preguntas menos tontas y que a Facebook lo obliguemos a tener amnesia colectiva y así seguro se ahorran espacio en los discos duros y nosotros nos ahorramos insomnios llenos de culpas o risitas nerviosas. Pero claro, es que hemos caído en un juego de sistemas y redes del que es díficil hoy salir. Digamos aun si uno no tuviera nada que esconder, hay hilos siempre enredados entre una cuenta y otra, la de Gmail, la de Hotmail, la del trabajo, la de Hotmail que esta con la de Facebook, e imagine de nuevo o recuerde si ya le ha pasado, como es restituir todas esas contraseñas en un lado y el otro y sentir la paranoia, de que ya nada es seguro. Ni lo será de nuevo.
Y ¡Facebook! que es una vida publicada, exhibicionista, pornográfica casi de nuestras vidas privadas, en las que sonreímos con unos y otros, en la que se muestra claro, nuestro lado más amable, como si la vida solo fueran sonrisas y viajes a París. ¿Quien pone las fotos de la abuela muerta, o el hermano golpeado? Un muro de las adoraciones donde claro, se “habla” sin hablar con viejos conocidos, pero también, el muro en el que se fijan los ojos inquisidores de novi@s, amantes, exnovios, examigos, enemigos y viejos conocidos chismosos, donde siempre habrán comentarios de ¡Pobrecito! O, ¡Que puta envidia! O ¡Perra Hp! O ¡Esta si tiene una vida buena!
Aceptando que ya le dijimos sí a ese mundo que se conecta por clicks y contraseñas que siempre son débiles, que defendemos a capa y espada este mundo en el que nos relacionamos de otra manera, donde los ñoños tenemos una cabida sexy en el panorama, en que hay que ser mas impecables y mas transparentes, un mundo en el que coquetiamos por chat, con DMs y trinos sin remitente directo pero públicos para al que le caiga el guante que se lo chante, podemos mirar a los ojos a los que están al otro lado de la cámara, y decir un Te amo tan lleno de Facebook, tan lleno de correos y palabras bonitas.
Aceptando todo esto, aun a mi me gustan las cartas con sellos postales y estampillas viajeras. Guardarlas en el cajón de verdad, sonreír en los días de tristeza viendo una letra mamarracha sobre un papel seguro ya viejo y de vez en cuando hurgar en mi correo electrónico y borrar por siempre, cosas, que de verdad deben ser borradas y olvidadas de hasta la papelera de reciclaje.
Y claro, no se olvide de cambiar las preguntas y las respuestas y como dice el banco, para mayor seguridad, la contraseña con regularidad moderada. Un novi@ se lo agradecerá.
Nota al margen
Para todos los que en sus relaciones afectivas han tenido algunos inconvenientes por compromisos mal anunciados, fotos un poco comprometedoras, ojitos mal hechos, o simplemente porque siempre, siempre alguien o uno, quiere saber mas de los demás.